La realidad nos golpeó de lleno. Nos hizo ver una vez más lo acomodados que vivimos en nuestro mundo perfecto protegido por algodones. Que nos situamos en el centro del universo donde lo único que nos importa somos nosotros mismos y nuestro "yo". Siempre queremos más, somos inconformistas por naturaleza, al fin y al cabo, infelices. Los prejuicios nos devoran y todo el castillo de naipes se desmorona cuando conoces a personas realmente FELICES que no tienen nada, bueno sí: vida, amor e ilusión.
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